“Holy Motors”, Leox Carrax, o “Esto es cine ¿Quién se apunta?”



Es completamente flipante la cantidad de dudas varias, preguntas más o menos chorras, y otras, al parecer, absolutamente imprescindibles, que puede generar un simple cochecito de bebé, pero flipante. No había sido consciente de ello, hasta que hace un par de semanas, me encuentro sin comerlo ni beberlo, en la tienda de bebé más gigante que hayan visto mis ojos; para que os hagáis una idea: hay que coger número para que te atiendan (Pero, ¿qué es eso, ¿una frutería? En serio….) 
Pues yo: igual igual que si estoy en la mismísima China, o sea: rodeadita de gente, que habla un idioma que yo no comprendo y que les hace entenderse entre sí y me deja a mí, totalmente al margen de sus interesantísimas conversaciones del tipo de: cómo plegar un carricoche con una sola mano, mientras en la otra haces cómo si sostienes a un bebé que no está, un segundo antes de colocarlo en una mochila portabebés, útil para llevar en el coche, siempre y cuando tengas unos adaptadores llegados de Suecia, a juego con el carricoche, en el que previamente has colocado un saco de primavera-verano, a juego con la sombrilla que pretende proteger al invisible retoño de ese sobrecogedor sol que hace en Burgos…. XD!! Y todo así. Por supuesto mi hermana y mi cuñado, han aprendido chino mandarino en sus ratos libres. Así que la única ahí con cara de brécol: yo. Hasta me hace gracia que mi hermana, un momento antes de marcharnos me diga: “¿Quieres preguntar algo, Be?” “Emmmm, cómo te diría” “Si quieres ahora me pasas una hoja traducida de todo lo que habéis estado hablando durante la última hora, y, quizá, y sólo quizá, pueda entender algo, y ya luego, si eso, cojo un número y cuando me toque el turno: pregunto…

Pues así más o menos, es cómo me siento, cuando comienza “Holy Motors”, cómo un Chino en la Puerta de Alcalá, sin enterarme de absolutamente nada. Sin embargo y a pesar del desconcierto inicial, existe algo en “Holy Motors”, algo así cómo una fuerza sobrehumana, que me impide apartar la vista de Oskar: una especie de transformista que nos permite entrar en su rutina diaria, y en la vida de todos sus personajes. Y así, sin pestañear, asisto conmocionada y expectante a todas esos fragmentos de sus múltiples vidas; fragmentos de puro cine, que me inquietan, y me seducen, y por momentos me generan rechazo, y a la vez atracción, y que me repugnan, y me conmueven, y me asustan, y también me reconfortan. “Holy Motors” recuerda al cine, pero sobre todo a la vida, y a todo lo que esta conlleva: la decadencia, el amor, el deseo, la enfermedad, la podredumbre, la belleza. No negaré que para que esta peli tan surrealista, inquietante y paranoica te atrape, tienes que estar dispuesto a ello: despojarte de todo prejuicio, y rendirte a la pantalla: vamos, tener el día; y tampoco voy a negar, que si quizá la hubiese visto cualquier otro momento o circunstancia, podría incluso haberla odiado, porque esto es un juego, en el que: o caes rendido, o sales por patas. Y yo, hoy, he caído rendida. Así son los cosas. 
Así que ya ahora: sólo pasen y vean, y mientras, yo sigo aquí intentando aprender chino mandarino: es jodido, pero cuando lo sabes: de pronto, todo cobra sentido. J



1 comentario:

  1. Me encanta! desde luego la comparativa no tiene precio, aunque el cine siempre es menos insufrible que la tienda de bebé, no te preocupes, en el cine siempre puedes dormir.

    ResponderEliminar