“El pasado”, Alan Pauls, “El pasado”, Héctor Babenco, o “La destrucción del amor”, o "A corazón abierto"




Yo soy muy de mimetizarme: con las personas, con los lugares, y sobre todo, con las ciudades a las que viajo. Me explico. Si me voy a marchar a Estambul, ahí que me veo todas las películas de Fatih Akin, intentando encontrar en sus paisajes, algo que me vaya a resultar reconocible, para que en un momento dado pueda decir orgullosa: “Anda, esto me suena!” y de paso llevarme en la maleta una navaja… que el panorama por allí, según lo pinta Akin, es más bien jodido; Qué me piro a Escocia: pues, ahí que va, por enésima vez la lectura de las novelas de Irvine Welsh, y por enésima vez también, Trainspotting: ¡Qué película, y qué guapísimo Ewan haciendo de Renton! ¿¡Pero, cómo no voy a enamorarme de él!? 
Pues ahora el tema está aquí al lado, a la vuelta de la esquina: en Argentina, nada menos. Total, que en pocas semanas haré usó de un billete que me tocó en una tómbola (cualquiera que me conozca, sabe, que NUNCA me ha tocado nada en ningún sitio, ni tan siquiera un microondas en el Carrefour, cuando los regalaban por docenas, por lo que, es altamente probable que lo dicho antes me lo haya inventado, pero… ¿acaso no soy yo la dueña del blog, como para inventar sin parar? pues eso..!! J)

En fin, que con el número 2208 me toca una colleja y un billete a Buenos Aires, y ¿Qué hago yo? !Pues mimetizarme, cómo está mandado! Y para ello: no, no me pongo en youtube a Viggo Mortensen hablando en porteño con una acento, que “Che,  pareciera que se va a lanzar a bailar un tango de un momento a otro…!; y no: tampoco me compro mil tarrinas de Hagen Dasz de dulce de leche, para disgustar así a mi maltrecha báscula; Lo que hago, es buscar libros más o menos interesantes que hablen de la ciudad, de sus paisajes y de sus gentes; ¡Mucho mejor!
Así, que tras leerme el libro de “Ficciones” de Borges y releerme (¡porque me encanta!) “Historias de Cronopios y de Famas”, después claro, de arrancar esa bonita dedicatoria, en la que alguien me decía algo cómo: “(…) te quiero mucho”, y que de tanto tanto cómo me quiso, me compró un numerito en la tómbola, y cuando me toco, me dijo algo así como: “Eh…¿Sabes hacer papiroflexia? Pues coge el billete y hazte un origami con él… (y eso, que él sabía lo mal que se me dan las artes plásticas… ¡maldito!); Después de todo eso, decía...: cae en mis manos, la novela: “El pasado” de Alan Pauls. Y comenzar a leer, y entrar en depresión profunda, mientras devoro sus páginas a la velocidad de la luz… es todo uno.
La novela comienza con la ruptura, tras 12 años de relación de Sofía, y Rímini; y a partir de aquí, la vida de ambos, se marca a fuego, por la destrucción que supone el amor obsesivo-compulsivo, y la dificultad de no poder asumir esa ruptura, y de no querer cicatrizar unas heridas, que lo van llenando todo, que lo enmierdan todo.
El amor se vuelve destructivo, enfermizo, delirante, y la sume a ella en un infierno obsesivo, por el que acaba arrastrándole a él. 
Y yo, que ya lo dije, me mimetizo todo el rato sin parar, me siento de pronto reflejada en Sofía, o más bien, en esa especie de metáfora del amor destructivo en que ella se convierte. De hecho, cuando el libro comienza relatando la afición de la chica por dejar notas a Rímini, o por escribir utilizando paréntesis (algo, que por cierto… no hago nunca…), me veo en ella. Y no me gusta. Y pienso que tenía razón Lucas, cuando en alguna de nuestras trescientas cinco mil separaciones, me hacía escuchar una canción de Calamaro que dice: “Todo lo que termina, termina mal, poco a poco, y si no termina, se contamina más, y eso se cubre de polvo”.
Y cómo yo nunca he sido lo que no quiero ser: me reconcilio conmigo misma, me perdono, y le perdono a él, y vuelvo a ser yo misma: eufórica, loca por momentos, y feliz, muy feliz.
Y tras esto, y aunque yo no comente con nadie cuál estaba siendo mi lectura del momento, y cómo si de un acto telepático o algo así se tratara, una amiga mía, me devuelve mi disco duro, llenito de buenas pelis, y entre ellas: “El pasado”, la adaptación cinematográfica de la novela, y no me queda otra que flipar en todos los colores del mundo por la coincidencia, y por supuesto, verla.
Y la verdad: me encanta.
La película, protagonizada por Gael García Bernal, un actor, que a veces me gusta, y otras detesto (aquí me gusta, y mucho, por cierto), comparte esa sensación de asfixia, de angustia, de podredumbre del amor, presente también en el libro. Por momentos, hasta me dan ganas de matar a la chica que interpreta a Sofía, o incluso de decirla: “Ya fue… déjale vivir” y sobre todo “déjate vivir”. Y a mí, romántica empedernida, no me queda otra que romper a llorar y llorar mientras la veo, y llorar también cuando la peli acaba (qué yo soy muy sensible, che…, aunque no lo parezca)
Y cómo si fuera una especie de catarsis, tras el llanto, llega la risa; y tras el desamor, el amor; y tras el odio, el cariño; y tras ver a Viggo Mortensen hablando en tanguero, mis ganas locas de practicar ese acento que, y mal está que yo lo diga: me sale la mar de bien; y la mímesis con Buenos Aires: ese lugar que en un momento amé, luego odié, y que ahora adoro de nuevo. 
No sé cual será mi próximo destino, pero os iré informando convenientemente en este mismo lugar, y seguiré leyendo las novelas que hablan de la gente, de los sitios, y de esos sentimientos, que por muy lejos que se produzcan, son los mismos que los míos. J





2 comentarios:

  1. Siguiendo la línea editorial de este espacio, la de hablar de las pelis para desvariar sobre los propios asuntos… porque, como es sabido, siempre "se está hablando de otra cosa", diré:
    Yo vi El Pasado cuando se estrenaba. La cinta (como diría un crítico al uso) me encontró recuperándome de un amor enfermo. Enfermedad que terminó no porque yo, precisamente yo, lo decidiera.
    Se comprenderá entonces que los 15 primeros segundos de esta cinta puedan valer un par de meses de terapia.

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    1. Menos mal que de momento, el cine, es más barato que que la terapia; sólo de momento... (aunque el gobierno, ya va en lo posible para que deje de ser así... :-( )
      No sé si cómo terapia, pero el cine siempre me sirvió para evadirme de los problemas leves, y grandes de la vida, para tomar perspectiva y coger impulso para volver a sonreír, y prepararme para otra nueva caída: pero this is the life :-)!! Y sin duda, esta peli, me sirvió y mucho, para volver a querer y sobre todo para ser feliz!! Ya lo dice Sabina: "El amor, cuando no muere mata, pero amores que matan, nunca mueren", y los míos como la materia: "ni se crean, ni se destruyen, sólo se transforman" y yo apunto: siempre en algo mejor!!! :-) :-)

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