“Spring Breakers”, Harmony Korine, “Rebuscando en la basura ” o “La desmitificación de ese oscuro objeto del deseo, llamado juventud”


Quien más quien menos, todos (o al menos todos los de mi generación) somos hijos o víctimas de la cultura trash de la MTV, de la que sacaba videoclips me refiero, no de esta que sólo saca realitys chorras...
Britney Spears, esa que antes de convertirse en lo que sabemos se convirtió aseguraba que iba a llegar virgen al matrimonio con el ahora marido de Jessica Biel (y así sucesivamente...), tiene sólo tres años más que yo. Así que no es de extrañar que me sepa de memoria ese videoclip en el que aparecía cómo una colegiala porno cantando la ya mítica “Baby one more time”. Curioso referente ése, sin duda.
Lo del Disney Channel me pilló ya demasiado grande; no obstante conozco gracias a las revistas que sobrevuelan mi trabajo a esas niñas que el canal y sus series, se han afanado en convertir en iconos infantiles a los que venerar primero, modelos adolescentes a los que seguir e imitar después, y guarrillas y juguetes rotos en constante proceso de desintoxicación más tarde…
Son precisamente cuatro de estas niñas Disney: en esa fase de “modelos-adolescentes-a-las-que-imitar”, quienes protagonizan, junto a James Franco y sus dientes de metal, esta película del guionista de la perturbadora “Kids”, Harmony Korine.
Un background, el de esas niñas-adolescentes de pelo largo, liso, y boquita de piñón que el director (quien parece también en proceso de maduración estilística y vital) utiliza para revertirlo y denostarlo, y de paso pegarnos un bofetón en toda la cara a sus incondicionales fans entre viajes de ácido, culos, tetas, música house, y colores estridentes.



Korine se vale de las propias armas de estas jóvenes en plena eclosión sexual, de su aburrimiento vital, de su necesidad de experimentación, de su tontería, de su falsa amistad y también del patetismo del único protagonista adulto de la peli (James Franco en el mejor papel que le vi hasta la fecha), para criticarlo sin piedad. Para hacernos partícipes del peligro de la superficialidad, de la nadería; para advertirnos de que el aburrimiento: lleva al aburrimiento; la falta de interés hacia nada que de verdad importa: a la (auto)destrucción.
Comprendo que a muchos les pueda indigestar el ritmo videoclipero constante en toda la película; que durante la proyección pueda oír algún que otro ronquido de alguno de mis acompañantes; que cuando la pantalla del ordenador se vuelve clara, pueda percibir las miradas acusatorias e intimidatorias hacia mi persona, de a quienes tanta psicodelia y tanto ralentizado de culos varios y tipas en bikini, les está resultando agotador.
Pero a mí, la reflexión sobre esa errónea búsqueda de la felicidad, la desmitificación de ese culto inerte a la belleza y a la juventud, me hace pensar mucho; me ayuda a plantearme cambiar mis propios valores: esos por los que el deseo de regresión a la adolescencia, y la obsesión por el físico y la delgadez -obsesión por la superficialidad, en definitiva- se han convertido sin desearlo, en mi absoluta prioridad.
Que Korine, muy fiel a sí mismo, resulte más catastrofista que un Telediario de RTVE, y más efectista y manipulador que cualquier discurso de cualquier político de pacotilla que nos gobierna, es indudable; que sus excesos puedan molestar a cualquier espectador medio que asista a éste espectáculo dantesco sin ir hasta las cartolas de drogas psicodélicas, lo entiendo; y que la escena de los protagonistas sádicos-as, y salidos-as cantando una canción de Brytney Spears (ME-MO-RA-BLE), pueda generar el descojone más brutal, lo entiendo también.
Pero, cómo dicen y nadie cree (y ahora risas y más risas..): “la belleza, está en el interior”…




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