“Le père de mes enfants”, Mia Hansen-løve, o “El cine está jodido”


El cine… al menos aquí, y ahora, está jodido; bastante, pensaría incluso.
Y no sólo porque una entrada normal para una película que (cuestión de probabilidades) posiblemente sea mala (o vamos, a mí no me guste…), en una sala que apenas cuadriplica las dimensiones del salón de mi casa del pueblo, en un asiento en el que a duras penas le entra el trasero a una persona rellenita y en el que encima estás casi pegado a la colleja del de delante, cueste 9,20 euros;
ni tampoco porque la película más taquillera de la historia del cine en España sea una peli tan fast food como “Lo Imposible”: fast food=  peli para todos los gustos y públicos, intercambiable por cualquier otra de su especie (en este caso cualquier dramón sillonero de catástrofes), que, quizá no es el manjar de tu vida, pero gusta a todo el mundo, y llena a bajo precio. (Igual se ha creído Bayona, que somos todos idiotas, y que porque nos subraye los momento emotivos, con una música triste, voy a romper a llorar como una magdalena, cada tres minutos...) 
“El cine está jodido” por esto, y por otras muchas cosas más. Si no, que se lo digan al protagonista de “Le père de mes enfants” productor de cine francés, a quién se le acumulan los problemas ante la dificultad de vender, producir y distribuir sus proyectos cinematográficos, y que no ve más salida ante su crisis profesional, económica, y por lo tanto, personal, que pegarse un tiro en la cabeza. Así, sin más.
A cosa de media hora de la película, va Mia Hanse-Love y se cree Hitckcock en Psicosis: se carga a su protagonista principal, y se queda tan ancha. ¡Y funciona!
En esta situación, no queda otra que convertir a los secundarios en protagonistas: y así la mujer, y la hija mayor de Gregórie Canvel, nombre del maltrecho director, pasan a cargar con todo el peso de la historia; pero en vez de difuminarla, la vuelven más interesante: al menos para mí.
Me interesa entender qué siente la hija al descubrir que su padre tiene otro hijo del que nunca les había hablado, y me conmueve ver cómo afronta este hallazgo, sola, sin el apoyo ni la cercanía de su madre.
Y me conmueve también su madre: cómo lucha, sola, contra mega productores mainstream por hacer realidad los modestos sueños cinematográficos de su marido; por rendirle un homenaje así a través del cine. Y me conmueve la contención de ambas, y la sencillez de la historia, y los silencios, y la transformación interior de los personajes, a través del descubrimiento. Y me conmueve la música, y cómo la utiliza.
Recuerdo la escena en que se quedan sin luz, es directa, simple, no cuenta nada, pero dice muchas cosas, y sobre todo, genera un ambiente único, familiar, cálido.
Es más, ahora recordándola, siento que “Le père de mes enfants” me gustó tanto, que hasta por un momento se me había olvidado la incomprensible decisión de la directora (supongo) de acabar la película con la canción a todo volumen de “Qué será será” (Whatever will be, will be), que no pega ni con cemento armado con el resto de la peli…
Aún sigo intentando descubrir en qué momento de alucinación mental o cinéfila se le ocurrió a alguien plantarla ahí, y quedarse tan ancha.



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